Una limosna para este pobre Viejo

Por: ROOTS

Recuerdo de una tradición no perdida
Ya se va el Viejo
muriéndose de risa
porque esta noche
lo vuelven ceniza.”


Las fiestas navideñas se celebran de manera distinta en toda la república, en algunas de maneras más particulares que en otras.

Una prueba de esto es lo que se puede uno encontrar si se camina por la calle en el estado de Veracruz, seguramente nos toparemos con un grupo de personas que van por la calle cantando, gritando y haciendo mucho ruido mientras rodean a alguien que va disfrazado de viejo o vieja.
Al compás de los cantos y las coplas pasan de casa en casa, pidiendo un aguinaldo que reciben en dinero o dulces.

Del origen de esta tradición los cronistas afirman que nació en el Puerto de Veracruz, junto a la petición del aguinaldo, cuando el líder de cargadores de los muelles M. A. Bovril, gestó una protesta el 24 de diciembre de 1875, acompañado por un grupo de jornaleros que molestaban a las familias del rumbo del patio Panamericano, mientras éstas celebraban la fiesta de Nochebuena.

Con latas, cencerros y tapaderas metálicas hicieron un gran escándalo por el barrio, hasta que Bovril fue detenido por la policía y multado con doce pesos. Él formaba parte de una de las modestas cuadrillas de trabajadores de los muelles, que jamás tenían los beneficios de otros empleados, quienes recibían como aguinaldo pequeñas cantidades en efectivo o ropa vieja que desechaban los patrones.


Al siguiente año Bovril repitió la manifestación incrementando los jornaleros, cubanos, jarochos y mulatos, quienes, ante la amenaza del escándalo, lograban recibir de sus patrones alguna botella de licor y alimento.

Así, cada año aumentaba el número de jornaleros que se reunía para conseguir aguinaldos por cuenta de los patrones; algunos, aunque escaso, ya lo otorgaban; otros se resistían, pero ante la presión de sus empleados cedían. Recorriendo los comercios, los trabajadores obtenían algo, pero siempre como dádiva. La petición de aguinaldos en la Navidad se hizo costumbre pero ya sin violencia, siempre se hacía del trabajador al patrón de manera alegre y graciosa, cantándose algunas coplas.

En otras regiones del estado se celebra diferente, en Los Tuxtlas y en la Cuenca del Papaloapan, cuatro días antes de finalizar el año, se sienta frente a las casas al Viejo, un muñeco relleno de papel, trapo y cohetes, que representa el año viejo. Se le viste con pantalón, camisa, zapatos y sombrero viejo; se le coloca un letrero que dice “una limosna para este pobre viejo, que ha dejado hijos para el año nuevo”, una lata para la limosna y un puro o un cigarro grande elaborado de papel y con cohetes dentro de la boca.


Por las noches los niños lo llevan acostado en una camilla casa por casa, pidiendo la limosna. En algunas ocasiones los acompaña un grupo de jaraneros y bailadores que al son de las jaranas bailan el fandango. A la medianoche del último día del año, se le prende fuego y debido a los cohetes, suele tronar con gran estrépito, causando la algarabía y risas de todos los presentes.

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