The Killers en Madrid

Por : Agustin Güiris
O COMO LAS LUCES LE GANAN AL PODER DEL AMPLIFICADOR.


Les hacen nombrar muchos como la “banda del momento”, pero los momentos cambian, mutan, se dan paso unos a otros y se desfiguran. Al final siempre permanece el símil de una era; el momento de las siempre bandas del momento. Los momentos musicales no dejan que la historia los contagie y deciden evaporarse ante el llamamiento de algunos años de gloria y el siempre benéfico recuerdo nostálgico de quienes presenciaron los tiempos perdidos.

The Killers es, pues, para muchos, la “banda del momento”, uno de tantos grupos generacionales que aún no definen su permanencia en dichas mentes con las que coexisten, aunque, claro, como es costumbre, hay que hacer de lo vivido algo un poco más embellecido; ¿sino qué es lo que uno asumirá con presunción ante la nueva oleada? La afamada banda de Las Vegas cerró la gira europea de su tercer material en un Palacio de los Deportes abarrotado de jóvenes que desconocían del todo sus anteriores discos, que se presentaban ante un llamamiento snob por seguir la fuerza con que han atacado en su nuevo sencillo, el cual reza en su estribillo la banal y vaga cuestión de si somos humanos o bailarines, lo cual pretende venderse como un hito, un grito generacional que la mercancía oficial y el juego de la pantalla central no dejaron en duda; cosa tanto inquietante como irónica ante un aforo lleno que no hizo más que saltar y dejarse llevar por los espectaculares juegos de luces y visuales con que interpretaron sus canciones, algunas de ellas seguidas más por la masa que por el conocimiento pleno de ellas.



The Killers, pues, dio un viaje irregular por algunos de los temas de sus cuatro producciones, incluyendo el improvisado Sawdust (que da lógica total al porque la mayoría de esas canciones no se incluyeron en los anteriores discos) y pasearon cómodos ante la oleada de coros en sus más conocidas canciones, aunque se dieron un par de lujos al interpretar algunos temas alejados de los singles y que gustan a los fans más efectivos de la banda como Bling y Shadowplay, un cover de la mítica banda Joy Division mientras se proyectaban imágenes de la película Control de Anton Corbijn en lo que intentó ser un momento cumbre - y de rendición de cuentas y honores - pero que paso desapercibido por ese desconocimiento generacional, irónicamente lo que los tiene en ese alzado popular.

The Killers pues conquistó a la juventud Madrileña - y foránea - que se dio cita para eso mismo, para ser conquistados sin resistencia alguna a la exigencia o critica (propio de cada generación, esta no exenta) y se dejaron vencer por los excéntricos juegos de luces e imágenes que soltaron ante unas interpretaciones grisáceas de la banda que en ocasiones se torneaban de color debido al manejo del cantante pero que nunca explotaron. El terreno fue vencido con los coros pegadizos de canciones como Mr Brightside, Smile Like You Mean It, All These Things That I've Done, Jenny Was A Friend Of Mine, Sam's Town, Read My Mind, Bones, When you were Young, Space Man, Dustland Fairytale, This Is Your Life, The World We Live In, entre otras. De más está decir la obviedad en que se convierten este tipo de conciertos.

The Killers es una banda del momento, es una banda de singles fuertes y rompedores de marcas ante sus seguidores que se incrementan y se han acrecentado enormemente en lo que va de su corta carrera, no obstante es una banda de estudio, que requiere de producción y artilugios técnicos para sonar adecuadamente, la técnica como músicos queda alejado de todo propósito y es tal vez por eso que el concierto se lo llevaron esos muy bonitos juegos de luces. Después de dos horas de la banda principal y tres cuartos de hora de la banda abridora Louis XIV -que pasó casi por completo desapercibida y que en ocasiones llego a ser somnolienta - las luces de sala se encendieron para despedir a la audiencia bajo las notas de aquella ya clásica melodía de Johnny Mercer y Henry Mancini, Moon River y que interpretara por primera vez Audrey Hepburn en el clásico cinematográfico de Blake Edwards, "Breakfast at Tiffany's", en una clara alusión a su tema balada de su último disco, Dustland Fairytale.


The Killers llegó como lo debe de hacer una banda del momento, al momento exacto (y es que por curiosos que parezca no siempre suceda así) y dejó a estas tierras europeas hablando de ella, ante los gustosos de los siempre cambiantes sucesos sonoros y una nueva oleada de jóvenes que se volcarán a descargar sus discos o bien comprar algunos de ellos. No podemos negarles la energía que en ocasiones parecía que iba a salir de ese escenario, pero tampoco podemos decir que el grupo se dejará conquistar por su público, lo cual siempre resta los más importantes méritos.

Ha acabado pues la gira europea de una banda digna de representar, eso sí, la música propia de estos años, de este concepto aún indefinible para mi como lo Indie; este sonido que no es grito, que no pide ni reclama, que tan sólo se escucha y se pierde, propio de estas nuestras generaciones, propias de este desleal acto de de consumir y desechar al instante - en mi viaje de regreso a casa observé a varios de los asistentes en el metro como si nada hubiera pasado, como si vinieran de ver a cualquiera de sus amigos un sábado por la tarde, sin esa energía no agotada, ni ilusión en la mirada por ser protagonistas de un concierto de música, cuando me lo pensé, yo estaba de igual manera.

¿Qué si somos humanos o bailarines?, ¿más humanos o más bailarines?, la verdad lo tomó como el coro de una canción que busca atacar la ironía que presenta el precepto vago con que fue compuesto, un simple juego de palabras. Es obvio que donde se toque convertirá el foro en una discoteca, pero que más daría si no hubiera gente allí. En realidad no me importa, lo que sí me queda claro es que The Killers es más una bonita banda de luces que algo trascendental. De eso no hay cuestión alguna.


The Killers en el Palacio de los Deportes, Madrid 2009.
2.5 de 5 (Agradable).

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